"Yo soy como la luciérnaga que necesita la noche para brillar y vivir", Juan Carlos Aragón Becerra

domingo, 16 de enero de 2011

Horarios incompatibles

A veces, parece que la vida depende de un instante preciso y que, sin él, no podemos seguir adelante, no podemos avanzar. Reducimos nuestra existencia a un momento, a un gesto. El momento puede darse en cuestión de segundos o puede hacerse esperar dos años.

En realidad, la espera es muy relativa; porque aunque se trate de algo que nos atañe directamente, no depende única y exclusivamente de nosotros. Uno más uno son dos, matemática pura.Y hay veces en las que lo que es tan imprescindible para uno, no lo es en absoluto para el otro. Algunos de los dos puede tener miedo a avanzar, a que la vida despegue y deje atrás ese instante para seguir su rumbo, porque ¿y si todo cambia y de nada ha servido la espera ? Pero, el tiempo, los años, quizás las circunstancias o el pánico a perder lo que considerábamos nuestro, nos hace reaccionar. Nos armamos de valor y empezamos a caminar. Tomamos ese tren que tanto ha esperado por nosotros; con miedo, sí, pero convencidos de dar el paso que antes nos paralizaba. Y a medio camino nos encontramos con el azar, ese "amigo" que aparece de forma inesperada y que puede jugarnos una mala pasada. Y descubrimos que hemos llegado tarde o que nuestros horarios no son compatibles. El tren se queda sin combustible o sufre una avería. La operadora de orange no nos deja llamar a quien nos espera al final del trayecto; y todo se desmorona. Nos preguntamos si no se tratará de una señal o si en realidad no es el momento...

Vuelve el miedo, la desesperación, el  sentirnos inútiles y paralizados en un preciso instante. Quisiéramos tener una varita mágica para arreglarlo todo, o una máquina del tiempo que nos permita volver y rehacer las cosas desde la perspectiva que tenemos ahora. Pero algo así es imposible.

¿La solución? No pensar. Hacer las cosas porque nos apetecen, porque es lo que sentimos en ese momento. Dejar de mirar al futuro dejando pasar el presente. Si el destino ha decido gastarnos una broma, vamos a reírnos con él.


Luciérnaga

miércoles, 5 de enero de 2011

Volver a ilusionarme en una noche mágica

Esta mañana me levanté pensando en que no me apetecía en absoluto coger el coche para ir a comprar los regalos de última hora (es decir todos). Y cuando llegué al centro y me encontré con el bullicio y el ansia consumista de todos los que caminaban sin sentido, por la calle, sentencié este cinco de enero como uno de los peores de mis veintitrés primaveras. Compré y ayudé a elegir todo lo que necesitaba, en una mañana interminable de tiendas y más tiendas. Me preguntaron qué había pedido a los reyes y contesté que nada, porque así ha sido. Regresé a casa, comí, ayudé en las tareas y mi tarde ha sido como otra cualquiera. Cuando cerca de las siete me decidí a encender la tele sólo había cabalgatas, caramelos, paraguas abiertos, niños gritando, música y barbas postizas. La apagué. Continué mi tarde con otra actividad consumista de estos días: la lotería. Me quedaban algunos décimos de la hermandad por repartir y tenía que dejarlo hecho.

De vuelta a casa, la calle estaba vacía de coches, parecía otra. Sus majestades los reyes de Oriente lo tenían todo preparado para su llegada.  En el salón estaban mi hermana y dos de sus amigos, charlando, bebiendo (cómo no) y haciendo hora para ver pasar la cabalgata por vez primera en nuestra recién estrenada casa; quizás sea eso lo único me ilusionaba hoy. Al rato aparecieron un amigo y sus hijas para esperar a los reyes.

 Desde ese preciso instante mi actitud cambió. Esas tres pequeñajas fueron despertando en mí el nerviosismo que no tenía desde hace tiempo. Preparamos una cena que después se quedó en la mesa y que nos comimos fría y tarde, puesto que al escuchar las primeras notas todos nos levantamos en estampida, detrás de las niñas, para salir al porche. Una vez fuera todo han sido nervios, risas, bailes, gritos; pero para mí lo más importante era ver las caritas de ilusión que tenía delante; a las que una sonrisa asomaba cada vez que conseguían un puñado de caramelos. 

Ya sólo faltaba Baltasar, el último, el que todos olvidan pero, también, el más querido. Ha llegado entre música, como no podía ser de otro modo, y con una lluvia de caramelos (hasta las bolsas enteras han caído) que casi no nos dejaba ver su gran sonrisa. Sí, sonreía, me ha sonreído a mí. Ha sido una sonrisa cómplice con la que me ha recordado que es el último pero siempre llega, que lo bueno se hace esperar; y que, a pesar de no haber sido todo lo buena que él hubiera querido, me traerá algo más que carbón. Lo he seguido con la mirada, casi he caminado tras de él porque quería grabar a fuego esa imagen en mi memoria. 

Más tarde, hace menos de media hora, un amigo (un gran amigo) me mandaba un sms deseándome que Baltasar cumpla todas mis ilusiones. Y bien sabe él que me ha cumplido muchas, más de las que yo hubiese imaginado. Ahora comprendo por qué esta tarde, en la tele, todos los reporteros repetían que esta sería una noche mágica.


Luciérnaga

domingo, 2 de enero de 2011

Supongo que esto de la vida va así

Después de la resaca, del dolor de cabeza, pies y estómago; es cuando volvemos la vista atrás para hacer un repaso de todo un año. Un año que para mí ha sido bastante malo, aunque he de reconocer que ha acabado mucho mejor de lo que me hubiese imaginado. Ha sido un 2010 que muchos recordarán porque España ganó el mundial de Sudáfrica o porque fue el año en el que les quedó una asignatura para acabar la carrera (¡ay mis filologuillos!). Yo no olvidaré nunca este año por unas cuantas cosas malas que hasta me han costado una enfermedad; pero, sobre todo, porque esas "cosas malas" han desembocado en situaciones maravillosas. 

¿Quién me iba a decir a mí que en este 2010 haría una reducida lista de personas importantes en mi vida? Pues sí la he hecho, más bien se ha ido redactando sola; no ha necesitado de papel y lápiz, ni de que mi cabeza haya tenido que meditar quién merecía entrar en ella o no. Supongo que nadie ha dejado de ser "importante". Se trata de un listado abierto, en el que puede entrar y salir gente en cualquier momento. Quizás ha sido eso lo que he aprendido durante estos doce meses: nadie es imprescindible, nadie es eterno. 
No creáis que esta ha sido mi única reflexión, además de descubrir que la gente viene y va, también he encontrado por el camino gente maravillosa que ha sido puesta delante de mis narices casi por arte de magia. Gente a la que mi miopía no me había dejado ver bien o simplemente alguien a quien había descuidado sobre manera. Supongo que esto de la vida va así y no hay más. Si alguno de esos personajes lee estas líneas, (desde cualquier lugar: Arjona, Sevilla, Jerez...) quiero que sepan que les estaré eternamente agradecida por el tiempo que me han dedicado y que estaré ahí para lo que necesiten (¡qué bonito me ha quedado!).


Tras tantos descubrimientos, obvios pero descubrimientos al fin y al cabo, hay algo que he confirmado totalmente en este año. Ya lo tenía claro desde hace mucho tiempo, pero con todo lo que me ha pasado lo reafirmo y me queda claro para el resto de mi vida. Mi padre siempre me ha dicho que los amigos se pueden contar con los dedos de una mano y te sobran dedos; y yo, siempre he dicho, que solamente tengo un amigo y es mi padre. Si no hubiese sido por él y, cómo no, por mi madre no hubiese salido de mi bachecillo. De manera que en esta entrada ellos tienen mucha más importancia que todos los demás mencionados. Por ello les dedico un pasodoble que tengo presente siempre en mi vida: GRACIAS.





Luciérnaga