"Yo soy como la luciérnaga que necesita la noche para brillar y vivir", Juan Carlos Aragón Becerra

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Escribir, leer, releer, vivir... todo es lo mismo

"Mire, Daniel, a mi edad o uno empieza a ver la jugada con claridad o está bien jodido. Esta vida vale la pena vivirla por tres o cuatro cosas, y lo demás es abono para el campo. Yo he hecho mucha tontería ya, y ahora sé que lo único que quiero es hacer feliz a la Bernarda y morirme algún día en sus brazos. Quiero volver a ser un hombre respetable, ¿sabe usted? No por mí, que a mí el respeto de este orfeón  de monas que llamamos humanidad me la trae flojísima, sino por ella. Porque la Bernarda cree en estas cosas, en las radionovelas, en los curas, en la respetabilidad y en la virgen de Lourdes. Ella es así y yo la quiero como es, sin que me cambien ni un pelo de esos que le salen en la barbilla. Y por eso quiero ser alguien de quien ella pueda estar orgullosa. Quiero que piense: mi Fermín es un cacho de hombre, como Cary Grant, Hemingway o Manolete."


¿Cuántos hombres habrá y habrá habido, sobre la faz de la tierra, deseando ser un cacho de hombre para una mujer? Dispuestos a obtener respetabilidad, no por ellos, sino por la mujer con la que desean pasar el resto de sus vidas, con la única meta de poder morir algún día entre los brazos de una Bernarda.
Y, ¿cuántas Bernardas han tenido que abrazar con fuerza a su Cary Grant mientras éste exhalaba las últimas gotas de aire?

Puedes leer mil veces un libro por el mero y puro placer de recorrer, una y otra vez, con tus ojos una historia que te ha embelesado. Pero siempre que lo hagas, descubrirás algo nuevo; como si el libro se reescribiera para ti. Aunque esta reescritura, no corre por cuenta del autor, sino del cansino lector que extrapola su lectura a una vivencia, un comentario o simplemente una anécdota.
Ruiz Zafón, al poner estas palabras en boca del entrañable Fermín Romero de Torres, pensaría en una Bernarda o en un Fermín presentes en su vida. Yo, al releer este párrafo, supe que estaba escrito para una Bernarda, de tantas otras, que vió morir a su Fermín entre sus brazos. Una Bernarda que tuvo que soportar ver como Fermín iba olvidándose de todo poco a poco, como si ni siquiera ella hubiese existido. Un Fermín, que un día soñó ser Cary Grant y que lo consiguió, pero que quizás postrado en su cama, sin pizca de aire galán, ya habría olvidado que un día lo fue. Pero en los ojos azulísimos de Fermín, Juan, Luis o como queramos llamarlo, podía verse esa claridad de jugada, esa meta en la vida: hacer feliz a Bernarda.

Y, ¿qué sucede cuando Fermín desaparece de la historia? Sucede algo inaudito, único, irrepetible. Bernarda es feliz cada vez que rememora los momentos en los que su Cary Grant deseó hacerla feliz. Recuerda cada momento que él no pudo recordar en sus últimos días. Cuando la miraba desde la puerta de la cocina oyendo intrigadísima la radionovela; cuando cogía su rosario y se iba a misa, más guapa que ninguna; o cuando estaban tumbados en la cama y Fermín le acariciaba la barbilla pinchándose con ese pelito que le salía y que ahora se ha tornado nieve.
La mayoría de las veces, Bernarda recuerda ensimismada mirando la televisión, para sí misma, como si esos recuerdos fuesen imágenes de la telenovela que está viendo. Pero, en otros momentos, sus recuerdos son en voz alta, ante Daniel, o como queráis llamarme; porque al minuto de la conversación no tiene importancia mi presencia. Y Bernarda cuenta una historia para ella, sólo por el placer de saborear cada una de las palabras que va pronunciando; rememorando momentos de un libro, el de su propia vida, que aún está por terminar, pero del que no se cansa por más veces que vuelva a leerlo.

Luciérnaga

jueves, 15 de diciembre de 2011

Mi cajón rebelde

Echando un vistazo a mi disco duro, guardado en el cajón de los desastres, he encontrado una joyita de hace seis años nada menos. Así que, si alguno de los que os asomáis por mi rincón de vez en cuando, encontráis mis letras algo más torpes de los que es habitual en mí, no os asustéis; se trata de la inexperiencia y la rebeldía propia de la juventud.
Espero que, al menos, reflexionéis en cuanto a todo lo que conlleva el texto: el tema, su profundidad, la forma y el estado de ánimo desde el que está escrito, etc. No sé por qué, pero siento la apremiante necesidad de publicarlo. 



                                        ¡ NO VOY A  HABLAR !     



   Hoy, en una tertulia de sobremesa, me han tachado de no saber hablar. Y no digo que no, pues aún estudiando el modo y el uso de las letras, soy una conversadora un tanto exacerbada que se siente amenazada con cualquier comentario dirigido hacia sus ideales. Pero tengo a mi favor el hecho de que al no saber hablar o conversar, quizás Dios quiso otorgarme el don de la escritura, con la que Él consideraría (me atrevo a aventurar) que una servidora podría defenderse de todo tipo de acusaciones o, como en muchas ocasiones, de expresar lo que siento. Pues como bien digo, voy a hacer uso de este preciado don, que a mi parecer me caracteriza, alegando todo lo que no he podido o no se me ha permitido alegar no hace mucho:

   En primer lugar, ninguno de los que vivimos en este siglo XXI de la ciencia y de la “contranatura”, sabemos cuál de nuestros allegados nos sorprenderá con la noticia de que es homosexual. Por este motivo no podemos precipitarnos en nuestras opiniones sea cuál sea nuestra ideología, tanto política como religiosa. Quién sabe si el día de mañana un hijo nos confesará su amor por otro hombre, o una hija lo hará del mismo modo por una mujer; y creo, que ningún padre, por poco que entienda la situación, con dos dedos de frente y sobretodo con amor hacia sus hijos, los dejará en la estacada como si de trastos inútiles o no deseados se tratase.
Ya no sólo hablando de padres e hijos, también en el ámbito de la amistad reflexiono sobre la reacción, más aún cuando en este campo me toca de lleno y puedo opinar.
Yo, como persona de izquierdas, defiendo la unión entre personas del mismo sexo y comprendo que se quieran y que deseen pasar el resto de sus vidas juntos; por otro lado, como cualquier pareja heterosexual, entiendo que se separen al descubrir sus diferencias. A mi parecer, son personas normales, que desean y que ahora tienen la oportunidad de hacer una vida normal, sin que nadie pueda mirarlos por encima del hombro cuando van paseando por la calle cogidos de la mano.

   No soy persona que demuestre con facilidad sus sentimientos y no me gusta ir cogida de la cintura de mi pareja mientras camino; pero respeto a todo aquel que lo hace, indiferentemente de su condición sexual. No obstante, detesto el comportamiento de algunas parejas que, no sé si queriendo o no, alteran el orden público o al menos escandalizan a personas mayores o niños. Bien sabemos todos que en la calle los niños corren el riesgo de aprender lo que los padres evitan a toda costa que aprendan; y no es todo el problema que un niño vea a dos mujeres besándose. Los padres muchas veces usan la televisión como niñera, y es ahí donde nuestros niños toman un ejemplo que siguen al pie de la letra. Y quizás les haga más daño, en sus mentes aún no desarrolladas por completo, ver como un hombre mata sin piedad a otro; que la imagen de dos hombres besándose.

   En cuanto a uno de mis contertulios, el cual comentaba con mucha convicción, por cierto, y cito palabras textuales, que ”los maricones están todos enfermos”, espero pacientemente a que me recomiende el libro o el tema en el que aparece dicha enfermedad, tratada y estudiada en todas la facultades de Psicología (supongo).

   Aún no entiendo como una persona de veintitantos años puede mantener y defender, hoy en día, que ser homosexual es algo anormal, y que no vea con buenos ojos que a los niños se les hable de esto para que puedan comprenderlo todo mejor; cuando tan solo con el hecho de hablarlo podríamos empezar a crear una sociedad más abierta y comprensiva.  Por culpa de estas mentes retrogradas, nuestra sociedad sigue sin avanzar y muchos  adolescentes, y no tan adolescentes, se sienten acorralados en el rincón de un recreo o pandilla, llamado comúnmente “armario”.




  Luciérnaga                                                                      6 Diciembre de 2005

lunes, 7 de noviembre de 2011

Aurea mediocritas

"Nos pasamos el día juzgando a los demás, opinando, alabando o condenando, y lo hacemos apoyados en pequeños indicios, en levísimas razones". Quizás sea esta máxima la que nos haga sentirnos unos auténticos fracasados cuando la vida nos da un revés, por muy insignificante que sea; o lo que nos hace creernos auténticos dioses cuando tenemos la certeza de que lo que hemos hecho, o estamos haciendo es verdaderamente bueno, o incluso inmejorable. Pero nunca debemos olvidar, por muy abajo o muy arriba que estemos, que lo que somos y lo que podemos llegar a ser reside en nosotros mismos, y nada tiene que ver con lo que los demás puedan esperar de nuestra persona.

Leyendo esta sentencia, llego a plantearme que quizás el aurea mediocritas latina sea totalmente cierto; y que al igual que pensamos aquello de "no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita", dicho sólo por satisfacer nuestro afán conformista; la dorada mediocridad o el dorado término medio sean la justa medida para vivir desahogadamente sin miedo de decepcionar a nada ni a nadie, tan solo con la firme convicción de saber que se está haciendo lo correcto.


Luciérnaga

viernes, 21 de octubre de 2011

¿Por qué te crees mejor que yo?

“¿Por qué te crees mejor que yo? “ Menuda pregunta, válida para cualquier titular de prensa. Puede referirse a cualquier situación: racismo, violencia de género, estatus social o económico… Cualquier ámbito nos sirve para formular esta cuestión. Y es que a menudo, en el día a día, nos encontramos con gente que se cree por encima de la media sólo por conducir un Audi o por llevar unos pantalones por los que han pagado más de cien euros.  Quizás existan otros motivos por los que debemos considerarnos superiores a nuestros “iguales”, como por ejemplo ser especialista, evidentemente con un título homologado, en cualquier rama. Pero ni siquiera ese es motivo suficiente para sentirnos superiores; y no lo digo porque yo aún no haya conseguido  terminar mi carrera y colgar en un precioso marco mi título. Lo digo porque creo que es absurdo creer que cinco años de Facultad pueden darnos la autoridad para ser especiales, reconocidos y alabados por donde quiera que vayamos.
La gran mayoría de los expertos no poseen cuadros colgados en un despacho, ni precisan de los mismos porque su reconocimiento reside en cada uno de los buenos actos que han realizado; en los cientos de sonrisas que han podido sonsacar de una persona triste; y, sobre todo, en la carga de experiencias que llevan sobre sus espaldas. El verdadero licenciado es aquel que sabe que con serlo puede enseñar a otro y complementar su formación con lo que ese otro pueda enseñarle. El licenciado por antonomasia, no necesita que su madre ponga un cuadro enorme en el salón presumiendo de que su hijo es tal cosa. Un licenciado, lo es por méritos propios, sí; pero también porque la vida ha sido más justa con él que con otros que sólo pueden demostrar su valía en una materia en sus fueros internos.

¿Qué concluyo de mi pregunta inicial? Algo muy sencillo:
No quiero ser mirada por encima del hombro de nadie, porque no soy menos que nadie, al igual que tampoco soy más que ninguno de los que me rodean. No consentiré que mi madre diga en ningún sitio que debo ser escuchada, por encima de todas las voces, porque tengo una carrera. Y sobre todo, y por encima de cualquier cosa, prefiero mil veces no acabar mi carrera que acabar siendo una déspota cuya única pretensión es la de ser alabada por encima de todo. Yo quiero ser reconocida, querida y sentirme realizada por un título que comencé a sacarme hace veinticuatros años, el título de BUENA persona.


Luciérnaga

domingo, 7 de agosto de 2011

Cuentos

Semana de cuentos, de ingenio, de no saber qué escribir, ni para quién. Quizás porque cuando busco a alguien me cuenta el cuento perfecto para desentenderse de una moraleja moralizante o de un personaje malvado que persigue sin descanso a todo aquel que osa a decirle que no.

Pero quizás la falta de inspiración no se debe, como siempre, a que trabajo a marchas forzadas, con el tiempo pisándome los talones. Esta vez mi creatividad, se ha detenido bruscamente en el tiempo, en un tiempo de cuento, de hadas, de alcazabas árabes y lunas inmensas, de callecitas estrechas. Un tiempo, un mundo, en el que el olor de un jazmín impregnaba el empedrado por el que caminábamos; en el que elegir un camino u otro poco importaba. Allí no pretendía decidir a dónde ir porque tenía la mejor y única compañía que deseaba. Poco me importa donde voy a estar si es a tu lado: ¡graba esto en tu memoria y no lo olvides nunca!

Recorriendo esas calles, mojando mis pies en esas fuentes, oliendo sus aromas, tropezando en cada piedra, sintiendo el sol acariciando mi cara.. comprobé que escribir un cuento no es tan difícil. Pero ahora, esa es la única historia que sale de mi pluma, de mi teclado, y, por supuesto, es el único recuerdo que no abandona mi memoria.


Luciérnaga

domingo, 17 de julio de 2011

Y no me equivoqué

Supongo que guardar todos los trastes en una caja antes de que me descubrieran yéndome, no ha dado el resultado que yo esperaba. Creí que con tan sólo ese gesto conseguiría pasar desapercibida y, sobre todo, no pasar el amargo trago de tener que despedirme de las dos personas con las que he pasado los últimos seis años de mi vida. Seis años que escritos parecen una eternidad pero volviendo la vista atrás, parece que fue ayer cuando les dije que me acogieran en el lugar en el que ellos eligieran para vivir, porque tenía la certeza de que como con ellos no iba a estar con nadie. Y no me equivoqué.
Han sido tantas las veces que me han hecho sonreír, que pensando en esos momentos se me olvidan todos los que he pasado llorando.

Hoy, en medio de un piso vacío, no encontrábamos cajas ni bolsas para guardar nada. Hemos querido llevárnoslo todo, no dejar nada atrás; y creíamos que nuestro intento de almacenamiento masivo sería nulo sin tener ningún recipiente lo suficientemente grande para hacerlo. Pero, cada uno ha sabido aprovechar los huecos para guardar muchas cosas: sal, azúcar, aceite, alguna foto...Y en cada una de esas cosas iba un recuerdo. Quizás, precisamente por eso, haya sido mucho más fácil guardarlo todo. Nos hemos llevado esas cositas en nuestros corazones. En el mío tengo alojados momentos amargos, como el aceite, pero que comparten su mismo color y por eso los guardaré como "oro en paño". Otros han sido dulces como la cucharada de azúcar que nunca le echo al café. Unos cuantos han sido los alegres, salpicados de disfraces, pitos de caña,frío y lluvia en noches de ensayo; y "competencia desleal". Y otros muchos, son los que permanecen en mi mente intactos, como una fotografía, porque cada momento que he pasado con vosotros ha sido un regalo maravilloso que la vida me ha dado.

Dónde quiera que yo esté viviendo, tenéis una casa; y sé qué viváis dónde viváis yo tendré la mía. Gracias por hacer que mis años de estudiante hayan sido como vivir con dos hermanos.


Luciérnaga.

lunes, 4 de julio de 2011

Mi tesoro lexicográfico

Estudiar, de buena mañana en pleno mes de Julio, las posibles entradas de una palabra en el diccionario, las múltiples definiciones de esa misma palabra y mil cosas más, aburre a cualquiera. Sobre todo, si ese cualquiera está deseando de darse un buen chapuzón y olvidarse de cualquier folio que contenga frases en prosa con una intención didáctica.
Al fin y al cabo, en los diccionarios no está todo claramente recogido, por más que Covarrubias quisiera abarcarlo todo; y, ni mucho menos, por más empeño que ponga la RAE en no quedarse rezagada en cuanto la evolución del léxico. 

Las palabras no sólo evolucionan con el paso del tiempo, consiguiendo que tengamos que sabernos su evolución desde el Latín hasta el español moderno. Los términos adquieren nuevos significados en la vida de cada persona. Yo, en cuestión de cuatro años, he aprendido significados muy variados. Jamás imaginé que la palabra cobarde podría tener tantas variantes aún significando lo mismo. Sinvergüenza, ha adquirido para mí un rostro propio; esa palabra estará siempre ilustrada en mi cabeza por más que yo quiera evitarlo y, a pesar de todos los individuos que pueda encontrarme y que deseen adjudicarse dicho término. 
He aprendido a relacionar conceptos al igual que lo hace un niño pequeño en su aprendizaje, soberbia irá siempre acompañada de pobre, porque me dan lástima las personas que se dejan llevar por dicho sentimiento sin pensar en cómo podrían ser las cosas mejores. 

Fraternidad, una palabra importantísima, irá siempre de la mano de amistad o viceversa, aún no logro saber cuál es el orden acertado. Por un amigo se hace todo, por un hermano mucho más. Son dos palabras que han calado profundamente en mi forma de ser, en mi cambio de actitud ante la vida. Quizás porque mi amor fraterno no me deja ver, muchas veces lo que me espera después de darlo o porque la meta que he esperado me ha decepcionado. Creo que puedo esperar a que fraternidad tenga, no sólo un puesto utópico, sino un claro pódium en mi tesoro lexicográfico
Y como antes he dicho, amistad, ha sido lo que he encontrado o dejado atrás en el camino. Pero, curiosamente, la palabra siempre ha venido conmigo de la mano; y eso, no es posible si alguien no ha estado empujándole por el camino para que no me la dejara atrás. 

Amor es una palabra de la que no puedo deshacerme (aunque a veces parezca que lo hago), puesto que me ha acompañado en todo momento, nunca ha estado fuera de mi diccionario, ya haya sido: platónico, fugaz, paterno, verdadero... Este término, es el más claro ejemplo de que cada persona adjudica distintas acepciones a una palabra. Y esta palabra, para mí ha sido más que importante, aunque empezara por la /l/ de "love", estaría en la primera página de mi diccionario; porque recoge muchas pasiones en mi vida.

No están todas las palabras que son, ni son todas la que están. Visto así, parece que soy una filóloga en ciernes, con un vocabulario bastante reducido, pero tampoco quiero hacerme pesada dando una clase de lexicografía lírica; entre otras cosas porque no tengo nada de lexicógrafa, ni mucho menos de poeta. Tan sólo quiero dejar una pregunta en el aire : ¿cuáles son las palabras más destacadas de vuestro diccionario particular?

lunes, 13 de junio de 2011

Un cayado para el camino

Dicen que tener detrás de la puerta un bastón para apoyarte y hacer tu caminar menos pesado, es la mejor inversión que puedes hacer. Y también suelen decir que dichos artilugios sólo son para quienes físicamente los necesitan; pero no puede haber un error más evidente como el de afirmar rotundamente eso. A veces, pretendemos hacer nuestro camino sin ningún apoyo, por nuestro propio pie y sin hacer parada alguna en ningún oasis. Somos así de prepotentes y es un error creerse autosufieciente, y más aún cuando tener un apoyo a tu lado día a día es lo más maravilloso e increíble que puede sucederle al ser humano.

Hace muchos, muchos años encontré un apoyo que nunca me ha abandonado, que siempre ha estado ahí; pero que, hace su propio camino y no puede estar atento a mis necesidades durante todo el viaje.
Hoy, sé que poseo un cayado que pretende hacer el camino a mi lado, sin sustituir a nadie porque el puesto que ocupa ahora ha estado reservado para él durante veinticuatro años.


Luciérnaga

lunes, 6 de junio de 2011

No es tan difícil

Tener un mal día y no saber acabarlo correctamente es el error más enorme que se puede llegar a cometer. Sabiendo, a ciencia cierta, que al caer el sol te espera la parte más reconfortante del día y que, esas mínimas horas pueden conseguir que hasta la jornada más negra pueda acabar con una sonrisa; y conseguir, no sólo no dejar que la comisura de tus labios esboce ni una media luna, sino que la luna entera que deseas ver cada día al regresar a casa, se vea reconvertida en la cara de "día funesto" que tú has cargado durante más de doce horas, llega a ser el castigo más cruel que pueda recibir alguien.

¿Por qué nos cuesta tanto dejar en el umbral de la puerta nuestros problemas? No es tan difícil cuando sabes que lo que te espera al otro lado es tu paraíso particular, tu "séptimo cielo".

Pero hay veces, en las que esa nube celestial desaparece mucho antes de que decidamos meter la llave en la cerradura de la puerta de casa. Incluso, hay otras muchas ocasiones, en las que llegamos y reconocemos la puerta, el felpudo y llegamos a leer nuestro nombre en una plaquita junto la mirilla; pero antes de intentar abrir, intuimos que no es nuestra casa, que no tiene ese toque necesario para que lo sea, le falta algo.
Quizás el toque que necesita esa puerta es una placa más grande, donde quepa otro nombre. O quizás, lo único que esa casa necesita es una foto en el recibidor, que nos recuerde que las dos sonrisas se buscan al llegar el final del día. O, simplemente, una nota pegada en el marco de esa foto, donde se nos diga que sin nuestra sonrisa, sin nuestra presencia, sin ese toque especial, esa casa no podría ser la que es; y mucho menos, la persona que nos acompaña en la foto podría seguir regalándonos esa luna llena, si desde fuera de la foto nosotros dejamos de imitar su sonrisa.


Luciérnaga

martes, 24 de mayo de 2011

¿Qué importa lo que nadie opine sobre nosotros?

"Con cada vez que te veo nueva admiración me das, y cuando te miro más aún más mirarte deseo".

Eso es precisamente lo que me ocurre ahora mismo. Siempre que te miro, deseo hacerlo mucho más y no dejar de estar contemplándote nunca. Sería algo maravilloso ser lo primero que viese al despertarme y lo último al irme a la cama. Puedo conformarme con que, al menos, la mayoría de las veces eres lo último y lo primero que escucho.
Saber que es tu voz la que está al otro lado del teléfono y que cada vez que te diriges a mí es para decirme lo mucho que me quieres es lo que me da la vida y lo que me lleva a  mis silencios. Cuando me callo no es porque no tenga nada  que decir o porque me sienta incómoda. Mis silencios fuerzan tus "te quieros" y tus palabras de cariño.

Cada día que pasa necesito tenerte más cerca; porque me haces sentir fuerte, feliz, completa... ¿Qué importa lo que nadie opine sobre nosotros? Nada, no importa nada, porque nada ni nadie va a cambiar lo que sentimos el uno por el otro; porque ninguno somos influenciables y no haremos caso de obstáculos absurdos que no existen.

Deja de pensar tonterías y permíteme mirarte porque lo haré como si fuese la última vez que lo hiciera, aunque te tenga toda la vida delante para hacerlo.


Luciérnaga

miércoles, 4 de mayo de 2011

De mi puño y letra

Pensar o dejar la mente en blanco, son dos tareas realmente difíciles. La primera porque es inesperada, no sabes cómo ni por qué te ha venido "eso" a la cabeza y, precisamente, en este momento. La segunda lo es, tan sólo por la característica de inoportuna que posee la primera. 
Por esto es que, a veces, contestamos un "nada, no estaba pensando nada"; y no porque no lo hagamos, sino porque nos parece increíble estar pensando precisamente eso.

Yo muchas veces contesto con ese generalizado "nada", pero últimamente lo hago porque tengo que guardar mis pensamientos; dejarlos apuntados en un papelito para poder recurrir a ellos a la hora de escribir. Es muy egoísta no querer compartir mis elucubraciones con quiénes tengo a mi lado, pero tengo la certeza de que lo que pretendía decir en ese instante resultará mucho más verdadero a través de la música y las voces de dieciséis corazones o leído por quiénes deséis pasearos por mi espacio.

Y es que de mi puño y letra, puedo expresar los sentimientos más puros, reveladores, egoístas, oscuros, sensuales...
A partir de hoy lo único que tengo que saber es cuáles son los que quiero que se lean por la red y los que voy a defender a viva voz durante febrero en un escenario.

Luciérnaga

viernes, 22 de abril de 2011

¿Y mañana qué?

"Y mañana, todo será más fácil".

Siempre hay un antes y un después. Algún que otro revés que nos da la vida y que nos empeñamos en hacer duradero por puro egoísmo. Pero un sentimiento mutuo, compartido quizás desde la niñez nos permite recapacitar y retomar algo que nunca debió dejarse aparcado.

Aparcado, incluso olvidado, quise dejar un sentimiento. Un sentimiento que está llegando a ser más grande que yo misma; más importante que cualquier otro que haya podido vivir. Necesito sentirme así, no quiero que esto desaparezca; y, hoy en día, no me pregunto "¿y mañana qué?" Y si lo hago me respondo a mí misma: "Mañana, más y mejor", porque mañana, hoy, cualquier día, merece que las cosas sean tan fáciles como nosotros queramos hacerlas.

Luciérnaga

miércoles, 30 de marzo de 2011

El callejón de mi gran avenida

Me lo encontré en la calle, estaba mirándome en silencio; como quien ya ha estado observando y conoce a la perfección a la persona anónima con la que se topa. Mientras yo caminaba él no apartaba su mirada. Debería haberme sentido incómoda, observada por un desconocido; pero me gustaba. De algún modo era como si yo también lo conociera a él, como si nuestras miradas se hubiesen encontrado en muchas más ocasiones, recortando la distancia que en ese momento nos separaba.

La plazoleta estaba repleta de gente, pero tuve la impresión de que estábamos solos. No quise pararme, me dió miedo sentir familiaridad con ese extraño. Seguí adelante con mi camino, pero con un paso increíblemente lento. Mi cabeza ordenaba correr, pero mi cuerpo sentía una atracción suprema hacia ese cuerpo que permanecía inmóvil y observante al otro lado de la plaza. Decidí dejar de mirar atrás, no quería confusiones; o, más bien, no quería descubrirle el temor que sentía.
Cuando quise darme cuenta, él estaba detrás de mí. Nos separaban apenas unos pasos y yo podía sentir su mirada, su incesante mirada clavada en mi espalda. Temía, sin embargo me sentía protegida, respaldada por un completo desconocido que me seguía con descaro.

Dejamos atrás la plaza en la que nos habíamos visto por primera vez, hacía pocos minutos, y entramos en una gran avenida, la cual a mí me pareció un callejón en el que apenas podían encontrarse dos personas. Mi extraño me seguía sin ningún reparo y yo no quería volver mi mirada y enfrentarla a la suya.
En un instante me vi apoyada en una pared, rodeada por los brazos de un hombre que cada vez me resultaba más cercano. Me miró, no apartó su mirada hasta que yo, no sin cierto miedo, decidí mirarlo fijamente; me rehuyó la mirada. Acariciaba mi cara, solo con la yema de sus dedos, parecía tener miedo a que yo pudiera romperme. No me aparté, no tenía miedo. Esas caricias me estremecían de tal manera que no deseaba otra cosa que no fuese parar el tiempo en ese instante. Parecía que había estado ensayando como tocarme y que, por otro lado, improvisaba la manera más correcta para hacerlo.
Rodeó mi cintura con sus brazos y yo apoyé mi cabeza en su hombro. Nunca creí que pudiera estar tan tranquila y despreocupada. Ni siquiera veía a los transeúntes que no dejaban de andar por el callejón de mi gran avenida.

Pensé que me iría de aquel lugar habiendo sentido algo que jamás había experimentado y que sólo había durado unos minutos o quizás horas, no era capaz de calcular el tiempo. Pero antes de que yo decidiera apartarme de él, me tomó la cara entre sus manos y susurrándome lo mucho que había esperado hacer eso, me besó. Fue el beso más cálido y dulce de toda mi vida. En ese momento creí que el universo entero se había parado a mis pies.Y cuando quise darme cuenta lo tenía a metros de mí y leí en sus labios, los que segundos antes estaban rozando los míos, un "te quiero".

Cada tarde vuelvo a pasear por mi plazoleta, recorriendo mi pequeña gran avenida, esperando que aparezca de repente rodeándome porla espalda y me diga que me quiere; pero nunca lo encuentro, solo hay gente desconocida, con prisas. Me tropiezo con personas que no saben mirarme, con las que no encuentro una mirada familiar, conocida.


Luciérnaga

lunes, 28 de marzo de 2011

No resistas la tentación

Aunque parezca mentira, sí he colgado dos entradas en un día. Y es que era un poco increíble que haya dejado pasar el carnaval sin colgar nada de nada. De manera que aquí os dejo algo; casi como un sacrilegio, por las fechas y por el contenido, pero ahora mismo esta presentación dice cosas que puedo llegar a sentir como dirigidas a mí misma.
Espero que disfrutéis del gran J.C. Aragón:


Para qué quieres, princesa mía, el alma
como una virgen, limpia y libre de pecaos,
si los besos más bonitos que se guardan
son los que se han robao.
Qué pobre diablo te contó la gran mentira
de que el dinero no da jamás la felicidad.
Quién te lo contó, qué diablo más pobre sería,
o qué poco te quería dar.
Tú no resistas la tentación, no, no, no, no y no le temas a Dios que conmigo no puede.
Y como no hay piedras en el cielo, sobre la Tierra no podrán caer.
Sobre la tierra no hay más que dolores y miedo a ganar y a vivir, a morir y a perder.
El bien es tan aburrido que hasta los buenos parecen tontos del to.
El mal es más divertido, por eso en el mundo, el único príncipe soy yo.
El bien es lo que te enseñaron para ser un esclavo al servicio de los demás.
El mal te sale del alma y es la manera más humana de sentir la libertad.
El mal resiste derrotas. Ni el amor lo puede parar.
El mal no pasa de moda. El mal no tiene final.
El mal se asoma y se esconde y se disfraza de bien.
El mal es la obra del hombre porque no hay demonio más grande que él.
Tú no resistas la tentación, no, no, no, no y no le temas a Dios, que conmigo no puede.
De tanto como me han dicho que soy el demonio,
me he convertido de pronto en el Príncipe del Mal
y me he vestido de fiesta para llamar a tu puerta
por carnaval.
Para llamar a tu puerta por carnaval.




http://www.youtube.com/watch?v=yG-FD4SyrDU

Una parada en el camino

Poquito a poquito. Así es como, últimamente, anda esta luciérnaga. Después de haberme fracturado un alita por ir demasiado deprisa, prefiero tomarme las cosas con calma, sin prisas. Y es que, éstas no son buenas compañeras de viaje.

A veces en tu mapa o guía turística, no tienes señalados algunos puntos como parada, pero sin haberlo esperado, sientes la imperiosa necesidad de hacer un alto en el camino; y ese museo, se convierte en una parada obligatoria. No puedes pasar de largo por su puerta sin entrar y disfrutar de todo lo que te ofrece. Es casi como una tentación imposible de rechazar.

Yo pensaba seguir adelante con mi camino y no pararme demasiado, porque pararse en cualquier sitio supone visitarlo y, por decirlo de algún modo, enamorarse de él. Pero es difícil, viajar disfrutando solo de los kilómetros hechos; el viaje merece la pena por todas las vivencias que después se atesoran como recuerdos.
Ahora echo la vista atrás y aunque pretendo mirarlo todo como un recuerdo, no puedo hacerlo. Me quedaría viviendo en ese museo que visité, casi sin querer. Porque he descubierto que es un sitio cómodo, familiar, donde puedo ser yo misma y donde no tengo miedo a nada. Pero, también pienso, a veces, que ese museo no es más que un oasis y que la realidad, lo cotidiano, es mucho más duro y difícil.

Supongo que los viajes siempre nos dejan así, añorando el lugar en el que estuvimos y planteándonos volver a ese precioso sitio para refugiarnos en su oasis.


Luciérnaga

viernes, 18 de marzo de 2011

Abandonando la trinchera

Siempre hay que sacar una enseñanza de cualquier experiencia. Algunas veces, este didactismo se queda en decepciones o en un sentimiento de desprecio o de simple pasotismo, que nos sorprende a nosotros mismos.
En estos últimos meses de mi vida he aprendido a ignorar, a pasar por alto todo aquello y a todo aquel que no me aporta nada, aunque en otro tiempo sí que me haya nutrido de sabias experiencias y de buenos ratos.

No es fácil hacerse de un escudo como este y, mucho menos, cuando no se tiene la suficiente fuerza de voluntad para acercarse a la tienda y comprarlo. Pero una vez que lo tienes en tu haber, y te percatas de que con tu nueva adquisición no es que seas más fuerte, si no que puedes ocultar mejor tus debilidades; crees que nada ni nadie lograra sacarte de esa trinchera, que tan concienzudamente has construido. Con el tiempo te das cuenta de que nada de eso es así, son falsas creencias que tú mismo has hilvanado para creerte superior. A esa trinchera son muchos los que dejan de asomarse, cansados de encontrarse siempre con un rechazo. Otros, sin embargo, consiguen entrar haciéndote creer que ese huequecito puede llegar a ser de los dos; y sin que te des cuenta, se marchan y tú esperas pacientemente la vuelta, hasta que un buen día te das cuenta de que no volverá, se ha cansado de estar ahí dentro contigo. Hay quien ha entrado con una escalera en la mano para hacerte salir, y sí, las has usado; pero sólo para un ratito porque más tarde has vuelto a tu cálido rincón.

Pensaba que nadie podría conseguir, que por misma, decidiera apartar el escudo y asomar la cabeza al exterior; pero sí. Además he sacado una enseñanza. En realidad, es algo que me ha enseñado durante toda la vida. Una magistral lección de humildad, de saber estar y de trabajo duro y entregado a los demás. Ella no leerá nunca esta entrada, pero puede sentirse orgullosa porque si sus palabras caen en saco roto, teniendo en cuenta para quien van dirigidas; a mi, se me han quedado grabadas en el corazón para el resto de mis días.

Y es que no hay mejor escudo con el que defenderte, que el valor y la fuerza de mi voluntad que una madre, mi madre, puede mostrar en los momentos más duros.


Luciérnaga.

sábado, 12 de marzo de 2011

Deja de decir perogrulladas

¡Cuantos días sin dirigir ni un minuto de mi atención a este rincón! Sin embargo hay otro rinconcito de la red que merece mucha más atención por mi parte que cualquier otro. Aunque no lo creas, casi todas las visitas que contabiliza el marcador son mías.
Saber que necesitas de mi luz para seguir adelante es una incongruencia, porque soy la que no puede avanzar, ni dejar pasar un sólo un día sin vislumbrar un par de párrafos enviados desde cualquier parte del mundo.
Lo que he pretendido siempre es dejar pasar el tiempo y alejarme de toda información que pudiera tener acerca tuya; pero lejos de todo eso, has conseguido que me interese más: soy yo la que no quiere "separarse".

Seguro que son muchas las veces que piensas que me tienes a mil años de luz de distancia, pero te equivocas has conseguido mucho (aún siendo un tremendista), aún no respetando lo que yo te dijera o lo que tú decidieras que era mejor para mí.

Ahora mismo me falta un ala y no puedo volar a través de ese túnel en el que has decido acampar, pero estoy fuera; sólo tienes que salir a buscarme: ¡¡¡HAZLO!!!

sábado, 5 de febrero de 2011

¿Cómo escribir?

¿Cómo voy a publicar una nueva entrada si todo lo que quiero decir no sé cómo tengo que expresarlo?

He pensado muchas veces publicar algo que no sea mío, pero que me ha llegado al alma. Cada vez que abro el correo encuentro algo nuevo que me emociona, que me hace llorar, reir o revivir momentos especiales: como quien ve una película una y otra vez, sabiéndose las escenas de memoria.

No puedo escribir nada porque soy incapaz de escribir lo que debo, lo que necesito. Es por eso que mi blog está vacío de contenidos, aunque, es verdad que, ideas no me faltan.


Luciérnaga

domingo, 16 de enero de 2011

Horarios incompatibles

A veces, parece que la vida depende de un instante preciso y que, sin él, no podemos seguir adelante, no podemos avanzar. Reducimos nuestra existencia a un momento, a un gesto. El momento puede darse en cuestión de segundos o puede hacerse esperar dos años.

En realidad, la espera es muy relativa; porque aunque se trate de algo que nos atañe directamente, no depende única y exclusivamente de nosotros. Uno más uno son dos, matemática pura.Y hay veces en las que lo que es tan imprescindible para uno, no lo es en absoluto para el otro. Algunos de los dos puede tener miedo a avanzar, a que la vida despegue y deje atrás ese instante para seguir su rumbo, porque ¿y si todo cambia y de nada ha servido la espera ? Pero, el tiempo, los años, quizás las circunstancias o el pánico a perder lo que considerábamos nuestro, nos hace reaccionar. Nos armamos de valor y empezamos a caminar. Tomamos ese tren que tanto ha esperado por nosotros; con miedo, sí, pero convencidos de dar el paso que antes nos paralizaba. Y a medio camino nos encontramos con el azar, ese "amigo" que aparece de forma inesperada y que puede jugarnos una mala pasada. Y descubrimos que hemos llegado tarde o que nuestros horarios no son compatibles. El tren se queda sin combustible o sufre una avería. La operadora de orange no nos deja llamar a quien nos espera al final del trayecto; y todo se desmorona. Nos preguntamos si no se tratará de una señal o si en realidad no es el momento...

Vuelve el miedo, la desesperación, el  sentirnos inútiles y paralizados en un preciso instante. Quisiéramos tener una varita mágica para arreglarlo todo, o una máquina del tiempo que nos permita volver y rehacer las cosas desde la perspectiva que tenemos ahora. Pero algo así es imposible.

¿La solución? No pensar. Hacer las cosas porque nos apetecen, porque es lo que sentimos en ese momento. Dejar de mirar al futuro dejando pasar el presente. Si el destino ha decido gastarnos una broma, vamos a reírnos con él.


Luciérnaga

miércoles, 5 de enero de 2011

Volver a ilusionarme en una noche mágica

Esta mañana me levanté pensando en que no me apetecía en absoluto coger el coche para ir a comprar los regalos de última hora (es decir todos). Y cuando llegué al centro y me encontré con el bullicio y el ansia consumista de todos los que caminaban sin sentido, por la calle, sentencié este cinco de enero como uno de los peores de mis veintitrés primaveras. Compré y ayudé a elegir todo lo que necesitaba, en una mañana interminable de tiendas y más tiendas. Me preguntaron qué había pedido a los reyes y contesté que nada, porque así ha sido. Regresé a casa, comí, ayudé en las tareas y mi tarde ha sido como otra cualquiera. Cuando cerca de las siete me decidí a encender la tele sólo había cabalgatas, caramelos, paraguas abiertos, niños gritando, música y barbas postizas. La apagué. Continué mi tarde con otra actividad consumista de estos días: la lotería. Me quedaban algunos décimos de la hermandad por repartir y tenía que dejarlo hecho.

De vuelta a casa, la calle estaba vacía de coches, parecía otra. Sus majestades los reyes de Oriente lo tenían todo preparado para su llegada.  En el salón estaban mi hermana y dos de sus amigos, charlando, bebiendo (cómo no) y haciendo hora para ver pasar la cabalgata por vez primera en nuestra recién estrenada casa; quizás sea eso lo único me ilusionaba hoy. Al rato aparecieron un amigo y sus hijas para esperar a los reyes.

 Desde ese preciso instante mi actitud cambió. Esas tres pequeñajas fueron despertando en mí el nerviosismo que no tenía desde hace tiempo. Preparamos una cena que después se quedó en la mesa y que nos comimos fría y tarde, puesto que al escuchar las primeras notas todos nos levantamos en estampida, detrás de las niñas, para salir al porche. Una vez fuera todo han sido nervios, risas, bailes, gritos; pero para mí lo más importante era ver las caritas de ilusión que tenía delante; a las que una sonrisa asomaba cada vez que conseguían un puñado de caramelos. 

Ya sólo faltaba Baltasar, el último, el que todos olvidan pero, también, el más querido. Ha llegado entre música, como no podía ser de otro modo, y con una lluvia de caramelos (hasta las bolsas enteras han caído) que casi no nos dejaba ver su gran sonrisa. Sí, sonreía, me ha sonreído a mí. Ha sido una sonrisa cómplice con la que me ha recordado que es el último pero siempre llega, que lo bueno se hace esperar; y que, a pesar de no haber sido todo lo buena que él hubiera querido, me traerá algo más que carbón. Lo he seguido con la mirada, casi he caminado tras de él porque quería grabar a fuego esa imagen en mi memoria. 

Más tarde, hace menos de media hora, un amigo (un gran amigo) me mandaba un sms deseándome que Baltasar cumpla todas mis ilusiones. Y bien sabe él que me ha cumplido muchas, más de las que yo hubiese imaginado. Ahora comprendo por qué esta tarde, en la tele, todos los reporteros repetían que esta sería una noche mágica.


Luciérnaga

domingo, 2 de enero de 2011

Supongo que esto de la vida va así

Después de la resaca, del dolor de cabeza, pies y estómago; es cuando volvemos la vista atrás para hacer un repaso de todo un año. Un año que para mí ha sido bastante malo, aunque he de reconocer que ha acabado mucho mejor de lo que me hubiese imaginado. Ha sido un 2010 que muchos recordarán porque España ganó el mundial de Sudáfrica o porque fue el año en el que les quedó una asignatura para acabar la carrera (¡ay mis filologuillos!). Yo no olvidaré nunca este año por unas cuantas cosas malas que hasta me han costado una enfermedad; pero, sobre todo, porque esas "cosas malas" han desembocado en situaciones maravillosas. 

¿Quién me iba a decir a mí que en este 2010 haría una reducida lista de personas importantes en mi vida? Pues sí la he hecho, más bien se ha ido redactando sola; no ha necesitado de papel y lápiz, ni de que mi cabeza haya tenido que meditar quién merecía entrar en ella o no. Supongo que nadie ha dejado de ser "importante". Se trata de un listado abierto, en el que puede entrar y salir gente en cualquier momento. Quizás ha sido eso lo que he aprendido durante estos doce meses: nadie es imprescindible, nadie es eterno. 
No creáis que esta ha sido mi única reflexión, además de descubrir que la gente viene y va, también he encontrado por el camino gente maravillosa que ha sido puesta delante de mis narices casi por arte de magia. Gente a la que mi miopía no me había dejado ver bien o simplemente alguien a quien había descuidado sobre manera. Supongo que esto de la vida va así y no hay más. Si alguno de esos personajes lee estas líneas, (desde cualquier lugar: Arjona, Sevilla, Jerez...) quiero que sepan que les estaré eternamente agradecida por el tiempo que me han dedicado y que estaré ahí para lo que necesiten (¡qué bonito me ha quedado!).


Tras tantos descubrimientos, obvios pero descubrimientos al fin y al cabo, hay algo que he confirmado totalmente en este año. Ya lo tenía claro desde hace mucho tiempo, pero con todo lo que me ha pasado lo reafirmo y me queda claro para el resto de mi vida. Mi padre siempre me ha dicho que los amigos se pueden contar con los dedos de una mano y te sobran dedos; y yo, siempre he dicho, que solamente tengo un amigo y es mi padre. Si no hubiese sido por él y, cómo no, por mi madre no hubiese salido de mi bachecillo. De manera que en esta entrada ellos tienen mucha más importancia que todos los demás mencionados. Por ello les dedico un pasodoble que tengo presente siempre en mi vida: GRACIAS.





Luciérnaga