"Yo soy como la luciérnaga que necesita la noche para brillar y vivir", Juan Carlos Aragón Becerra

viernes, 11 de octubre de 2013

Mi recompensa

Hoy, tras tres meses de trabajo intenso repartido objetivamente entre poco más de una veintena de jóvenes, hemos recibido elogios y agradecimientos por parte del ayuntamiento y de la diputación provincial. Además, nos hemos marchado a casa con nuestros respectivos cheques.
Por mi parte, también he agradecido y agradezco esta ¨primera oportunidad laboral¨, y la entrecomillo porque no ha sido la primera. Y, la verdad es que, no me pesa decirlo porque, como bien dice mi padre el trabajo el trabajo dignifica a la persona, y yo llevo ya tiempo sintiéndome muy digna, aunque nadando, sin más remedio, en lo que llamamos economía sumergida.

Gracias, mil millones de gracias a ambas instituciones por esta oportunidad, donde he llevado a cabo labores relacionadas o afines a mi profesión, la cual amo. No obstante, no dejéis en el olvido que dar cabida a los jóvenes con formación no debe quedarse en 60 horas distribuidas a lo largo de un verano. La sabia nueva, hemos sudado, luchado y, en muchos casos, trabajado quitándonos horas de estudio para llegar a ser lo que somos. Y ahora que ya lo hemos conseguido, no pretendemos suplantar a nadie, sino ocupar los puestos que nos corresponden como recompesa a nuestro sacrificio.

Es muy satisfactorio comprobar que nuestros políticos se preocupan por los jóvenes, pero hay que hacerlo enfentado todas las consecuencias.




miércoles, 2 de octubre de 2013

Gaviotas, puños, rosas

Escuchamos hasta la saciedad, aquello de que vivimos tiempos difíciles. No dejan de apabullarnos con, la tan trillada, palabra "crisis". La cosa está muy mal, dicen por la calle.
Y es cierto, pero crisis abarca mucho más de lo que nos hacen creer y de lo que estamos dispuestos a reconocer. La notable decadencia de la economía mundial ha conseguido influir en aspectos fundamentales para que la sociedad funcione.

Por una parte, no dejamos de ver al maridito de una infanta escabullirse, de una forma u otra, de lo que llamamos incongruentemente justicia. Para colmo, la mejestuosidad del suegro de este, decide apoyar a capa y espada -como si de una comedia del Siglo de Oro se tratase- la sanidad pública de nuestro bendito país. Desde otra perspectiva, mucho más optimista para tanto mangante como hay suelto, podemos comprobar que nuestro sistema penitenciario es todo un lujo para aquel que ha robado a manos llenas; robos que, por otra parte, no habrá llevado a cabo solo.

La crisis consigue, sin demasiado esfuerzo, que a nivel regional la cosa tampoco vaya bien del todo. Si Andalucía cuenta con una nueva heredera, es porque quien ha abdicado necesita del anonimato. Y mientras ellos hacen públicas sus declaraciones de la renta, otros muchos tenemos poco o nada que declarar. Y, por si fuera poco, los dirigentes de pequeñas localidades deciden hacer frente a la situación decadente que vivimos repartiendo oportunidades para "todos y todas". Protestan contra la reforma educativa, ya que con ella pocos jóvenes podrán estudiar; y digo yo, estudiar, ¿para qué? Todos los que no lo han hecho hasta ahora acceden, temporalmente o no, a puestos de trabajo que requieren de una formación que no poseen.

¿Haremos algún día declaración de la renta los que sí hemos dedicado y dedicamos tiempo a formarnos, o seguirán chupando del bote los herededros de gaviotas, puños y rosas?



Luciérnaga

sábado, 30 de marzo de 2013

El tiempo entre costuras

Andar por la vida, caminar con paso firme, pensando que cada día puede ser el último; que cada instante, cuestión de segundos, conforma el regalo más preciado qe Dios puede regalarnos. Y todo, no dando puntada sin hilo como la buena y experimentada artesana de la aguja, que lleva a cabo preciosos brocados que permanacen en la retina de quienes bien la quisieron. Una mujer  tenaz, llena de esperanza la cual cantaba y reía, quizás para sobrellevar mejor sus penas.

No todas las puntadas han de ser visibles, al ojo humano, en un retal de tela. Hubo quien bordaba, vivía, aprovechando los momentos más sencillos y humildes que la vida nos ofrece; que no son más que breves paradas en cualquier esquina para charlar con un vecino de lo que podamos tener en común , y, siempre, acabar hablando de Dios.

Quizás, hubo alguien que aún no había aprendido el bello arte de la costura. Probablemente tan sólo supiera hilvanar siguiendo un patrón determinado; y, con total seguridad, alguna costurera más precisa hiciera rehacer esas puntadas jóvenes e inexpertas.

Todos, experta, parlanchín o joven, han dejado sus costuras palpables a nuestros sentidos, firmes en nuestra fe. Por ello, cada uno de nosotros lo demuestra, a su manera, viviendo cada instante como si fuese el último.

martes, 19 de marzo de 2013

Personajes huidizos

Sentir que te falta información; pretender plasmar una historia y encontrarte garabateando un folio inmaculadamente blanco.

Esta aprendiz maquina, piensa e imagina un relato por contar, pero sus personajes son tan redondos que han chocado entre sí. Encontré dos fuertes personalidades para llevar a cabo una historia. Me parecieron perfectos, daban el perfil idóneo para formar parte de lo que estaba merodeando por mi cabeza. Intenté conocerlos, atribuirles cualidades, desaciertos, esperanzas. Busqué una vocación para cada uno de ellos, un pasado y un presente. Les proporcioné miedos y sinsabores; y cuando, por fin, estaban hechos a la medida deseada, los presenté.
Se conocieron, charlaron, intercambiaron impresiones. No sé qué pudieron decir o hacer; les concedí el libre albedrío. Me hubiese gustado que sus conversaciones versaran sobre mi buen trabajo, del tiempo que dediqué en hacerlos tan reales, diferentes y complementarios. Pero tengo la sensación de que se ensimismaron hablando de ellos mismos, de sus inquietudes, precisamente áquellas que en su día yo les proporcioné.

Hoy han desaparecido, no los encuentro. Quizás hayan querido rehacer la historia que yo había forzado; o simplemente, cada uno haya seguido su propio sendero. No lo sé.

Jugar a ser Dios no ha resultado una buena idea para esta aprendiz, pero estaré aquí para cuando ambos decidan ser protagonistas de "nuestra" historia.


Luciérnaga

sábado, 16 de marzo de 2013

La mar

"Porque a veces se cruzan dos ríos", supongo que es así. Cuando menos lo esperas, y quizás cuando en realidad más lo necesitas, es cuando se te cruza un río. Y en realidad, no sabes de dónde nace su manantial, ni el recorrido que lleva, ni siquiera si son muchos los meandros que esboza en su camino hacia el mar.

Pero ahí estás tú, en una orilla que no creías que ibas a encontrar, ante las aguas bravas de un río que desconoces por completo. Y un gran dilema te invade: no sabes si cruzarlo o tan sólo caminar su recorrido. Y mientras lo decides te recuestas en su orilla para descubrir un agua cristalina, que empuja con fuerza y que te salpica con gotas refrescantes que te invitan a sumegirte y comprobar la profundiad de éste. Tú, ensimismado en tus pensamientos, pierdes el equilibro y caes dentro del agua. Has caminado tan cerca de su límite natural que has confundido tierra firme con el líquido incoloro. El torrente de agua te arrastra, golpea tus extremidades provocando un placer que jamás habrías imaginado sentir embullido por el agua. Al principio, pusiste resistencia, quisiste nadar contracorriente; pero poco a poco, con el paso de las horas, caíste en la cuenta de que ese agua eras tú mismo y te dejaste llevar...

No sabes cuánto tiempo pasó, sólo conoces donde estás ahora, un inmenso oceáno te arropa. No quieres nadar hasta la orilla, ni encontrar la desembocadura que te ha guiado hasta aquí. Sólo sabes que estás bien; que el sol dora tu piel, mojada bajo el agua; y que el salistre es saboreado por tus labios, los cuales tan sólo buscaban eso: besar el mar, la mar.


Luciérnaga

domingo, 9 de diciembre de 2012

No soy una triste

¿Por qué no te vienes al fin del mundo conmigo? Quizás no haya sido esa la pregunta, pero yo la he sentido como si así fuese. Contigo siempre necesito más, y a veces tengo la sensación de que tú y tus inseguridades sois incapaces de dar pasos adelante. Aunque lo cierto es que, con seguridad y casi sin que yo me percate, vas dando pasitos cortos pero firmes que a mí me hacen llegar al cielo.

¿Por qué no vienes este fin de semana conmigo al mismo Paraíso? Sí, quiero ir contigo a donde sea. No me importaría descender por el abismo del Inframundo siempre que tu mano roce la mía. Eres el mejor compañero de camino. Los paseos contigo siempre suponen nuevas sensaciones y, aunque siempre recorremos las mismas calles, a mí me parecen nuevas como si las estuviera redescubriendo. Veo con ojos nuevos y espectantes cada rinconcito de cada callejón, y todo gracias a ti, a tu compañía.

Y, ¿por qué no me acompañas un ratito hasta el tren de los sueños? Un tren en el que subimos cada vez que nuestras miradas se encuentran, no importa si luce el sol o si hace un día nefasto, yo, sólo necesito sumergirme en tus ojos oscuros que me miran con tanta dulzura que hasta me atrevería a tomar el café sin azúcar.
Pero siempre tenemos que bajarnos de nuestro tren de ensueño, yo lo hago justo cuando tú subes al que te devuelve a tu realidad y siento que en ese tren se va gran parte de mi ser. Me quedo con los tristes y huyo de sus miradas y sus caras para evitar que me contagien y consigan hacerme una de los suyos. Yo no puedo ser una triste porque sé que algún día vendrás con dos billetes de ida que nos llevarán a cualquier lugar del planeta, donde estaremos juntos para hacer de nuestros paseos algo eterno.


Luciérnaga

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Crónica de colores

Amanece lentamente y los tonos anaranjados van tomando posición entre el verde de la campiña. Los tejados disfrutan de estas primeras horas del día, siendo testigos fieles cada veinticuatro horas. El campanario de la parroquia comienza a reflejar desde sus azulejos los leves rayos que el sol va mostrándole para que alumbre el pueblo.
No hay gente por las calles, el ambiente es cansado y espeso en una mañana de lunes. Aunque el sol ha empezado a despuntar, cuatro nubes negras se ciernen sobre la localidad, sin dejar que éste sea el soberano del día. Amanece con pesadumbre en una calle cualquiera, donde hasta los adoquines sienten el peso del dolor, de la angustia, del desasosiego... de la pérdida.

A medida que el reloj sigue su curso, haciendo que el tiempo avance sin remedio alguno, sólo hay un camino transitado en el pueblo, lleno de jóvenes. Jóvenes que bien podrían haber quedado para salir, tomar algo, ir a la piscina o, incluso, dar un paseo a caballo. Jóvenes cuyos pasos son guiados por la tristeza, sonámbulos en un sueño del que quisiseran despertar  cuanto antes.

Y el reloj sigue funcionando y no para hasta llegar a las cinco en punto de la tarde. A esa hora el sol reina en la calma de la ciudad y el campanario parroquial comienza a tocar sones fúnebres. Todos los pasos son guiados hasta allí, debajo del campanario, esperando a un anfitrión vestido de corto y arropado por una sobria manta de nogal.
El pueblo escucha entre sollozos las palabras reconfortantes de quien demuestra una entereza que quizás no tenga en ese momento. Gracias a las mismas, los jóvenes tristes vuelven a salir, bajo el sol de la tarde, para despedir a un joven jinete del que sienten orgullo.

Anochece y la plateada noche arropa el pueblo, trayendo consigo más silencio aún que las negras nubes de la mañana. Una urna pequeña es portada entre manos temblorosas y depositada en una habitación ya vacía por su huésped habitual, pero llena de recuerdos imborrables para todos los que la pisan una vez más.

El cielo y el reloj siguen su curso y reclaman la llegada de un nuevo amanecer. El sol vuelve a lucir espléndido, sin ninguna sombra de nubarrones a su alrededor. El campanario volverá a marcar las doce del mediodía y todo será como antes. Sólo un color parece distinto en esta mañana, el verde de la campiña destila notas de esperanza mucho más fuertes que nunca. Los secos y viejos olivares parecen haber resucitado de su letargo y muestran un nuevo ánimo, casi parecen trasplantados de vida nueva, recuperados de una larga enfermedad, semejan sus ramas la alegría de la juventud, el espíritu que tan sólo los dieciocho  años pueden otorgar.


Luciérnaga