"Yo soy como la luciérnaga que necesita la noche para brillar y vivir", Juan Carlos Aragón Becerra

viernes, 18 de marzo de 2011

Abandonando la trinchera

Siempre hay que sacar una enseñanza de cualquier experiencia. Algunas veces, este didactismo se queda en decepciones o en un sentimiento de desprecio o de simple pasotismo, que nos sorprende a nosotros mismos.
En estos últimos meses de mi vida he aprendido a ignorar, a pasar por alto todo aquello y a todo aquel que no me aporta nada, aunque en otro tiempo sí que me haya nutrido de sabias experiencias y de buenos ratos.

No es fácil hacerse de un escudo como este y, mucho menos, cuando no se tiene la suficiente fuerza de voluntad para acercarse a la tienda y comprarlo. Pero una vez que lo tienes en tu haber, y te percatas de que con tu nueva adquisición no es que seas más fuerte, si no que puedes ocultar mejor tus debilidades; crees que nada ni nadie lograra sacarte de esa trinchera, que tan concienzudamente has construido. Con el tiempo te das cuenta de que nada de eso es así, son falsas creencias que tú mismo has hilvanado para creerte superior. A esa trinchera son muchos los que dejan de asomarse, cansados de encontrarse siempre con un rechazo. Otros, sin embargo, consiguen entrar haciéndote creer que ese huequecito puede llegar a ser de los dos; y sin que te des cuenta, se marchan y tú esperas pacientemente la vuelta, hasta que un buen día te das cuenta de que no volverá, se ha cansado de estar ahí dentro contigo. Hay quien ha entrado con una escalera en la mano para hacerte salir, y sí, las has usado; pero sólo para un ratito porque más tarde has vuelto a tu cálido rincón.

Pensaba que nadie podría conseguir, que por misma, decidiera apartar el escudo y asomar la cabeza al exterior; pero sí. Además he sacado una enseñanza. En realidad, es algo que me ha enseñado durante toda la vida. Una magistral lección de humildad, de saber estar y de trabajo duro y entregado a los demás. Ella no leerá nunca esta entrada, pero puede sentirse orgullosa porque si sus palabras caen en saco roto, teniendo en cuenta para quien van dirigidas; a mi, se me han quedado grabadas en el corazón para el resto de mis días.

Y es que no hay mejor escudo con el que defenderte, que el valor y la fuerza de mi voluntad que una madre, mi madre, puede mostrar en los momentos más duros.


Luciérnaga.

4 comentarios:

  1. Creo que no hay nada que una madre no consiga ( no porque yo lo sea).
    Afortunadamente te has dado cuenta de su valor.

    Enhorabuena

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  2. Gracias, Mari Bego. Ya sabía todo lo que mi madre vale, pero está bien que de vez en cuando me lo recuerde.

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