"Yo soy como la luciérnaga que necesita la noche para brillar y vivir", Juan Carlos Aragón Becerra

lunes, 28 de marzo de 2011

Una parada en el camino

Poquito a poquito. Así es como, últimamente, anda esta luciérnaga. Después de haberme fracturado un alita por ir demasiado deprisa, prefiero tomarme las cosas con calma, sin prisas. Y es que, éstas no son buenas compañeras de viaje.

A veces en tu mapa o guía turística, no tienes señalados algunos puntos como parada, pero sin haberlo esperado, sientes la imperiosa necesidad de hacer un alto en el camino; y ese museo, se convierte en una parada obligatoria. No puedes pasar de largo por su puerta sin entrar y disfrutar de todo lo que te ofrece. Es casi como una tentación imposible de rechazar.

Yo pensaba seguir adelante con mi camino y no pararme demasiado, porque pararse en cualquier sitio supone visitarlo y, por decirlo de algún modo, enamorarse de él. Pero es difícil, viajar disfrutando solo de los kilómetros hechos; el viaje merece la pena por todas las vivencias que después se atesoran como recuerdos.
Ahora echo la vista atrás y aunque pretendo mirarlo todo como un recuerdo, no puedo hacerlo. Me quedaría viviendo en ese museo que visité, casi sin querer. Porque he descubierto que es un sitio cómodo, familiar, donde puedo ser yo misma y donde no tengo miedo a nada. Pero, también pienso, a veces, que ese museo no es más que un oasis y que la realidad, lo cotidiano, es mucho más duro y difícil.

Supongo que los viajes siempre nos dejan así, añorando el lugar en el que estuvimos y planteándonos volver a ese precioso sitio para refugiarnos en su oasis.


Luciérnaga

2 comentarios:

  1. Seguro que el propietario del Museo se alegra de que decidieses parar y extender tu visita y hará todo lo que esté en sus manos para que decidas a sacarte un abono del museo.

    Espero que sepa ofrecerte un buen programa para que te decidas.

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  2. Me asusta querer estar dentro del museo.

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